COLUMNA: SENDERO DEL ÉXITO
Por Lizandro Samuel (@LizandroSamuel)
La constancia,
el esfuerzo, el trabajo, la responsabilidad y el compromiso son algunos de los
ingredientes que pueden llevarte a la cúspide en tu ascensión a tu montaña. Tu
montaña puede ser fundar tu propia empresa, publicar tu libro, tener una
familia, etc., en este artículo Lizandro Samuel ilustra, a través de la
travesía de un soñador en un país de vicisitudes, cómo se pueden materializar
los sueños. Si deseas recibir nuestras publicaciones en tu correo, suscríbete
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Después del
título continental obtenido en 2015 por la Vinotinto
de baloncesto, un país necesitado de alegrías se aferró a la altura de sus
basqueteros para enunciar que aquí sí había noticias gratas. Surfeando en Facebook,
no obstante, leí el típico mensaje cuyo tono se ha hecho más recurrente en los
últimos seis años: “Me alegro bastante por esos chamos, que le han echado
bolas. Pero no entiendo cómo los demás celebran eso, mientras el país se va
para la mierda”. Se hacía alusión a la tan mentada crisis, como si la mejor
forma de protestar contra la decadencia fuera asumiendo el papel de mártir. O desojando
las alegrías. O practicando la inmolación de la felicidad. Como si cortarse un
brazo fuera una forma de sensibilizarse ante las vejaciones que padecen los
mancos.
A Jacobo
Villalobos lo conocí en el 2014. Ambos fuimos seleccionados para
participar en el último taller de narrativa de Monte Ávila que dictaría
Carlos Noguera. El maestro falleció a mitad de curso. Su ausencia se convirtió
en un imán invisible que solidificó algunas relaciones. Era como si un montón
de bichos raros se hubiesen reconocido entre ellos y decidieran, a partir de
ese momento, compartir sus historias entre pizzas, cafés y cervezas. Antes de
su partida, Carlos escucho las intenciones de Jacobo de participar en el
próximo Autores inéditos.
Era a quien el
premio le hacía más ilusión. Desde noviembre de 2014, empezó a rumiar una
inquietud: nos preguntaba si teníamos intenciones de competir. Era como si
pusiera sobre la balanza a sus posibles contendores. Lo vi trabajar con ahínco
y un nerviosismo infantil su primer borrador de relatos. De forma compulsiva
pedía opiniones, mientras en un ejercicio de humildad se abrió a nuevos
talleres y sugerencias que, a primera instancia, parecían ir en contra de lo
que él entendía como narrativa. Era un niño revolviendo
un baúl de ropa queriendo encontrar prendas de adultos.
Varias le
quedaron bastante bien.
…
Una de las cosas
que más me llama la atención de la violencia que pulula en Venezuela es como
para algunos el mundo, ahora, de repente, se muestra inhóspito. Las primeras
cachetadas de la brutalidad que acaecen sobre la Tierra parecieran haberles
llegado recién desde unos años para acá. Ofuscados, no entienden cómo puede
haber celebraciones en medio del caos. La pregunta debería ser, si me apuran,
por qué hay personas que procrean en un planeta que ha hecho de la cotidianidad
una guerra en Siria. Hay los que parecieran soslayar que en medio de la mierda
también nacen flores. O que en este planeta que malqueremos no ha habido
noticias de jardines de bienestar desde la prehistoria. Y eso porque por esos
días no había forma de narrar las vicisitudes de los dinosaurios.
…
Jacobo es un
estudiante aplicado con vocación de escritor. Su romance con las letras parece
un amor de película rosa: sin buscar dinero en cada palabra, sin reescribir
pensando en que ejerce su oficio principal, sin imaginarse (O eso me dijo una
vez) como un narrador de tiempo completo que encuentra la comida gracias a sus
publicaciones, se acerca a la literatura como si se tratara de
aquel primer romance cliché en el que la desnudes es el paracaídas en el
vértigo cotidiano. Una ilusión con la que convive en medio de su fascinación
por la política y sus poses de pensador.
Formado entre la
adversidad del deporte de alta competencia, me ha tocado ver tanto como
jugador, entrenador y analista, la consistencia de los sueños. No es
casualidad que los seres humanos escojan semejante palabra para designar sus
más profundos deseos, como a sabiendas de que los mismos son imposibles,
espejismos de la posibilidad de una vida mejor, imágenes que mantienen en su
cabeza para no sucumbir en la mundanidad. Por eso, pocos se atreven a trabajar
con la fuerza y las privaciones necesarias: como la derrota es lo normal, arriesgarse
a asumir el fracaso equivale a perder el asidero que los mantiene con
vida. Es como despertar en medio de un agradable sueño erótico.
Pero hay veces,
muy pocas, muy raras, muy escasas, en que el talento, trabajo y la insistencia,
se disfrazan de magia. Acaso una minúscula parte de la población puede
construir gestos tan asombrosos en medio de un mundo que solo asegura la
muerte. No importa lo pequeño o grande del logro, lo importante en su
consistencia: es real. Alguien imaginó algo, lo quiso, se preparó, trabajó,
sudó y lo alcanzó. La sucesión de acciones parece lógica, pero no lo es.
¿Cuántas personas, y en cuántos momentos de su vida, atraviesan cada estación
de forma satisfactoria? La mayoría le teme a la humillación. Jacobo se valió de
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humillados para que sus estados en Facebook no solo fueran quejas sobre
la tan mentada situación país.
Su libro resultó
vencedor de la edición 2015 del Autores inéditos. Fue
publicado con Monte Ávila. El pasado viernes cuatro de noviembre se bautizó.
Asistí al evento, abracé a mi amigo y le expresé mi orgullo. No por sus méritos
literarios, no porque crea que tenga un gran porvenir, ni porque sienta que
alcanzó un galardón de respeto (Aunque, en parte, también por todo eso), sino
porque me permitió volver a ser testigo de las flores en medio de la mierda:
aunque las ruinas del país se desmoronan, casi siempre hay pequeñas escenas que
recuerdan lo asombroso de estar vivo.
Celebrar la vida
es la mejor forma de negarse a claudicar.
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