LUNA AZUL EDICIONES INAUGURA SU COLUMNA “SENDEROS DEL ÉXITO”.
Una columna dirigida a escritores y emprendedores
Por Lizandro
Samuel (@LizandroSamuel)
El
mejor consejo que he recibido en mi vida no estaba dirigido directamente a mí y
guardaba una paradoja: invitaba a ignorarlo. Tal contradicción solo podía venir
de un genio. O de un loco. El entrenador español Josep Guardiola, en una conferencia
hecha en Argentina, instó a todos los jóvenes a no hacerle caso a nadie. Ni a
sus padres, ni a sus maestros, parejas… ¡a nadie! El consejo, lejos de ser
irresponsable, era un canto a la alegría: solo ellos pueden encontrar lo que
realmente les apasiona y hacer de eso su motivo para vivir.
Por alguna razón, la sociedad parece
encaprichada con censurar cualquier atisbo de identidad individual. No solo te
dicen que crezcas, te gradúes de la universidad, consigas un buen trabajo, te
cases, tengas hijos, te jubiles y atiendas a los nietos; sino que, de paso,
pretende obligarte a que crezcas a su manera, estudies lo que se considera
correcto, consigas un trabajo ponderado como decente y te cases con un tipo de
persona en específico. La realidad existe para rebatir las creencias.
Uno de los hombres más brillantes de la
historia fue un hippy que se aburrió de la universidad y no quiso perder su
tiempo en cosas que no le interesaban. Por el contrario, decidió entrar como
oyente a algunas clases que le llamaban la atención antes de abandonar
totalmente la casa de estudios. Contra todo pronóstico, acabó liderando una de
las empresas más grandes del mundo. Y, como para regodear a la ironía, dio uno
de sus discursos más importantes durante una graduación en la universidad de
Stanford. Miles de estudiantes, hambrientos de que su título les abriera
puertas en el mundo, escucharon el discurso de un hombre que lo más cerca que
estuvo de graduarse fue estar invitado a ese acto. Steve Jobs fue tan genial
como polémico.
El
arte es un oficio que suele ser visto con escepticismo. Todos adoran a los artistas,
pero ven con temor que a un hijo suyo le dé por ser músico, o, peor, ¡escritor!
Los ejemplos de fracasos sobran. Pero es que los mismos abundan en todos los
rubros de la vida. Perder es lo natural. No atreverse a vivir haciendo lo que
uno quisiera por miedo al fracaso es como negarse a salir de casa por pavor a
morir. Ambas cosas, en algún punto de la vida, son inevitables. No obstante,
siguen señalando a los pocos que se atreven a tener una existencia desmarcada
de las exigencias sociales. No habrá términos medios: si el éxito llega,
recibirán alabanzas; si no, los “yo te lo dije” sobrarán. Cada quien es libre
de escoger que hacer con su vida. Y más aún de decidir a quién hacerle caso.
Eso sí, por sentido común convendría, cuando menos, prestar atención a los
lugares de dónde provienen esos consejos.
Así como el escritor novel se fija en el
estilo de los escritores consagrados que admira para tratar de aprehender
algunos recursos, en la vida habría que prestarle atención a quienes ocupan el
lugar al que nos gustaría llegar. Difícilmente quien pelea todos los días con su
esposa sea un buen consejero de parejas. Asimismo, el que no disfrute con toda
su alma de su trabajo no estaría capacitado para aconsejar sobre decisiones
laborales. Sería como que un manco diera clases prácticas de lanzamiento. Pero,
extrañamente, las oraciones más aleccionadoras suelen venir de los más
insatisfechos. O de los más charlatanes, pero eso es otra cosa. Quizá porque
los verdaderos genios exitosos que viven haciendo lo que aman, y que tienen
claro su propósito de vida, están demasiado ocupados siendo ellos mismos como
para pretender que los demás los imiten. ¡Menos aún después de fracasar tantas
veces! (Revisar las biografías de Guardiola y de Jobs) Es que quienes más triunfan
suelen coincidir en que no hay un único camino hacia lo que se denomina éxito.
Si la mayoría de las personas más ricas del mundo
no tiene estudios académicos, ¿cómo asegurarle a un joven que si no pasa por la
universidad morirá pobre? Si a Albert Einstein un profesor le dijo que sería un
don nadie, ¿cómo tomarse tan a pecho las consideraciones de nuestros maestros?
En la vida solo hay una cosa segura: la muerte. Y a mí me parece una pérdida de
tiempo no caminar hacia allá siendo uno mismo y haciendo lo mejor que se pueda
las cosas que realmente nos interesen. “Recordar
que vas a morir es la mejor manera que conozco para no pensar que tienes algo
que perder”, dijo Steve Jobs.